El Espíritu Navideño
Declaración de principios: "Me encantan las fiestas"
Con ello me refiero a la trilogía conformada por Navidad/Año Nuevo/Reyes (al margen de que también me gustan las fiestas en general)
Mi dicotomía radica en que soy gastronómica y esto supone trabajar el 24, 25, 31 y 1°; motivo por el cual me encuentro ante la contradicción de adorar las fiestas y al mismo tiempo no ver la hora de llegar al 2 de enero.
Llega diciembre y, probablemente el 1° (cuando no, antes), se empiezan a escuchar los primeros "Cómo pasa el tiempo, ya se fue otro año". ¡Pero qué exageración, che! Seguimos.Ya desde mediados de noviembre las tiendas tipo "Todo x $ 2" empiezan a poblarse de elementos para las decoraciones alusivas, mucho rojo, verde, dorado y lucecitas (Aunque yo sostengo, muy a lo Lita de Lázari que la deco hay que comprarla alrededor del 15/12 para el año siguiente, ya que muchas veces se nota la baja en los precios)
08/12: día "oficial" del armado del árbol. ¡Qué lindo! Pasan los años y sigo sientiendo la misma fascinación por los arbolitos y ambientaciones; me gusta verlos, especialmente de noche.
Ahí viene el 1° dilema: de un tiempo a esta parte, hay una variedad tan vasta de adornos. Ya no es un azaroso colgar infinidad de elementos. Ahora hay que decidir si se arma monocromo (eligiendo entre tonos base de árbol y tono de los accesorios), con bolas, moños, guirnaldas, muñequitos, notas musicales o hasta con golosinas. (N. De la R.: están un poco out los árboles a la que te criaste con adornos de todas formas, colores y tamaños)
La gente está (estamos) cansada y pensando en vacaciones (afuera o en casa). Hay que seguir corriendo: para llegar al 8 y armar todo, para llegar on time con el fixture de encuentros. El mes se llena de agenda, reunión por aquí, despedida por allí y cierre de algo más allá.
Las consabidas compras navideñas ocupan un capítulo aparte que se desglosa en: regalos y menú.
Siguiendo con la maratón hay que elegir algo que sea lindo (específicamente en opinión del destinatario) y que se adecue al presupuesto existente. Condiciones que no siempre coinciden (ahí precisamente radica la dificultad de este punto) y uno termina recorriendo negocios en fecha cercana al 24, con toda una tropa de personas que también llegaron a último momento y repitiéndose (una vez más y van...) que "el año que viene empiezo a comprar tranquila en septiembre".
Respecto al 2° ítem, en mi familia, el tema obligado a partir del almuerzo del 1° de enero, y que se repite como latiguillo en cada cumpleaños, es "Che, qué vamos a comer en Navidad?"
Y generalmente nos alcanza el último mes del año sin haber acordado nada (sólo recuerdo 1 o 2 veces en que eso pasó) y volvemos a repetir las mismas ensaladas, tartas, piononos salados, matambres, empanadas y demás vituallas festivas. Teniendo, días más tarde, una saturación de mayonesa en sangre por este motivo.
Existen opciones como: Asado (mucho trabajo para el "San Pobre Asador Mártir"), Hamburguesas/choripanes (mucho calor), Pastas (ídem). En nuestro caso, el tema básicamente es que el hecho de pensar en una raviolada o pizza party para alrededor de 30 personas es como mínimo un garrón (para el abnegado cocinero de turno).
Ni que hablar de intentar un "menú gourmet". Una odisea.
Y llega el 24... uno con la lengua afuera. Cena. Se hacen las 12 y empieza el intercambio de presentes, beso, abrazo y lagrimita incluida. Se produce frente al baño una aglomeración para ponerse la vedetina rosa (costumbre que no sé de dónde salió ni qué significa). Se saturan las líneas telefónicas y a todos nos da ocupado porque estamos todos con el tubo levantado al mismo tiempo. Algunos falsees de melancolía, el brindis, los fuegos artificiales y pirotecnia. Seguimos atiborrándonos de comida. A partir de ese momento, puntos suspensivos...
El 25 seguimos haciendo ejercicio (maxilar). Surgen los debates filosóficos acerca del traje de Papá Noel no adaptado a nuestro hemisferio (Sur); de la ingesta indiscriminada de frutos secos y turrones con 30°C a la sombra y demás trivialidades.
El 31 el clima es más fiestero. Se repiten esencialmente los rituales del 24, pero sin regalitos. Suenan las 12 campanadas mientras algunos se atoran con 12 uvas y otros se embriagan con 12 copas de espumante. Otros queman el calendario del año que pasó, otros se suben a una silla para recibir el año "arriba". Lo más gracioso es ver a aquellos que mientras tragan las uvas y toman el espumante, queman el calendario arriba de una silla. Una verdadera demostración de osadía.
Y se genera alrededor de la mesa una suerte de ronda de 2 sentidos, con gente saludándose al más puro estilo equipo de béisbol al fin del partido.El 1° son varios menos los que cuentan el cuento (Una buena estrategia sería hacerse unos días antes una chapita de identificación para colgarse al cuello y ser convenientemente acarreados a casa).
Luego de estas 2 bacanales estomacales (y batallas hepáticas), la festividad de Reyes se vuelva casi anecdótica; limitándose a veces a unos regalos para los más chicos y alguna rosca con los mates de la tarde. Hay que dejarles, la noche previa, pasto y agua a los camellos y ¿por qué no un sánguche a los pobres reyes?
Bien, hasta aquí mi (breve?) reseña. Conclusión: soy el prototipo del "espíritu navideño" que invade el ambiente durante estos días.
Lo que rescato: tener una excusa (más) para estar con mi gente y mimarnos un poco (más).
Aprovecho este espacio para agradecer a la vida por la familia que me tocó (sí, totalmente cursi, y?) y para desearles a todos lo mejor para estas fiestas y el año próximo.
¡ Felicidades !
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